Durante el viaje tuve mi único encuentro directo con el tema de los narcos. Un retén del ejército en la ruta paró el bus y nos hizo bajar a todos. Mientras revisaban el micro, metieron un perrito a olisquear las maletas abajo, en los buches. El pinche cuzco se paró sobre mi valija y empezó a ladrar. Un soldado la sacó, la tiró en el piso y preguntó de quién era. No tuve más remedio que decir que era mía, mientras pensaba
que me habían metido algo en la terminal. El tipo me pidió que la abriera y empezó a revisarla. Mientras, me preguntó a qué me dedicaba. Cuando le dije que hacía libros me preguntó cuáles. Le dije que un montón. El resto de los pasajeros me miraba como si fuera un narco, el argentino narco. Bué, al final resultó
que el perrito había olido mis cigarrillos. Aunque todo fue muy cortés, con buenos modales, no resultó una situación agradable.
Las fotos de abajo las tomé desde el bus y muestran un retén de la Policía Federal.
Este es mi hotel, el Mesón de Jobito, en pleno centro histórico.
El edificio es de mediados del siglo XIX.
Sobre este pasillo estaba mi habitación.
Zacatecas se levanta en una zona rica en plata. Literalmente, la ciudad está sobre un enorme yacimiento. Todavía hay plata debajo de ella; pero, por razones obvias, ya no se extrae.
Antes de la llegada de los españoles la zona estaba habitada por los zacatecos, uno de los grupos chichimecas.
La ciudad fue fundada en 1548 por el conquistador Juan de Tolosa. En 1585, Felipe II le otorgó el título de Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de Zacatecas.
La fabulosa riqueza minera hizo que el asentamiento creciera rápidamente. Una tras otra, caravanas cargadas con plata partían hacia México.
En el lado sur de la Plaza de Armas se levanta la maravillosa catedral.
Es difícil fotografiarla, porque la calle sobre la que da el frente es muy estrecha.
Construida a mediados del siglo XVIII, es una obra maestra del barroco mexicano.
Pasé horas mirándola.
Pasé horas mirándola.
Así se ve de noche.
Este es el Templo de Santo Domingo. Fue construido por los jesuitas a mediados del siglo XVIII.
Cuando la Compañía fue expulsada de América, en 1767, la iglesia quedó en manos de los dominicos.
Cuando la Compañía fue expulsada de América, en 1767, la iglesia quedó en manos de los dominicos.
En este caso se trata de un barroco más austero que el de la Catedral.
No así en el de los retablos del interior.
A mediados del siglo XVII, los agustinos construyeron un templo dedicado a su santo.
Durante la reacción anticlerical de mediados del siglo XIX el convento se convirtió en una especie de cantina y lugar de reunión de los masones.
La parroquia de Nuestro Padre Jesús, en el borde del centro histórico.
Zacatecas también tiene sus plazuelas y sus jardines.
Este es el Jardín Juárez. En uno de sus lados estaba mi hotel.
Este es el Jardín Juárez. En uno de sus lados estaba mi hotel.
Algunas son muy chiquitas, como estas.
Otras son grandes.
También hay un acueducto. Se construyó a fines del siglo XVIII y funcionó hasta 1910.
Me encantaron los carteles y los nombres de algunas calles.
Me tocaron días de mucho frío, alrededor de 2 grados por la mañana.
Pero qué lindo caminar por estas calles.
Hoy por la mañana salí muy temprano
Hoy por la mañana salí muy temprano
por haber despertado aún más temprano
y no tener nada que quisiera hacer...
No sabía qué camino tomar
pero el viento soplaba fuerte, barría hacia un lado,
y seguí el camino hacia donde el viento me soplaba por la espalda.
Así ha sido siempre mi vida y
así quiero que pueda ser siempre.
Voy donde el viento me lleva y no me
siento pensar.
Fernando Pessoa
No basta abrir la ventana
No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es suficiente no ser ciego
para ver los árboles y las flores.
También es necesario no tener ninguna filosofía.
Con filosofía no hay árboles: no hay más que ideas.
Hay solo cada uno de nosotros, como una cueva.
Hay solo una ventana cerrada, y todo el mundo fuera;
y un sueño de lo que se podría ver si la ventana se abriese,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.
Alberto Caeiro.
1964
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo debe ser nada.
Solo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
J. L. Borges
La calle
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en bicicleta y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vuelta en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie
Octavio Paz
El segundo día en la ciudad contraté un tour para visitar las minas.
Cuando salimos, resultó que era el único turista, así que tuve van y guía para mí solo.
Cuando salimos, resultó que era el único turista, así que tuve van y guía para mí solo.
El paseo comenzó en la cima del cerro La Bufa, que es el de la foto de abajo.
Desde arriba hay unas vistas increíbles de la ciudad.
En los alrededores del pueblito que aparece al fondo los españoles realizaron las primeras extracciones de plata.
En esta cantera se extraen diversos minerales en la actualidad.
En la cima del cerro está la capilla de la Virgen del Patrocinio, patrona de los mineros.
Fue construida en el siglo XVIII.
Todos los 8 de septiembre, miles de peregrinos transportan hasta la Catedral la imagen de la Virgen que se halla en el altar mayor.
En esta foto se ve la punta del cerro y, delante, una estatua ecuestre de Pancho Villa. El monumento conmemora una batalla de 1914 en la que las fuerzas de Villa derrotaron al ejército del presidente Victoriano Huerta. El triunfo les dio a los revolucionarios el control del estado de Zacatecas.
Ahí nomás de la capilla sale un funicular que va hasta la entrada de la mina El Edén, en el Cerro del Grillo. Soplaba un viento tremendo que bamboleaba el coso ese para todos lados.
La entrada a la mina El Edén. La vida allí adentro no era precisamente un edén.
Como en otros centros mineros coloniales, miles y miles de indígenas murieron sacando plata, oro y otros minerales. La mina se mantuvo en funcionamiento entre 1586 y la década de 1960.
De los siete niveles que tiene la mina, se puede bajar hasta el cuarto.
Los más profundos están inundados. El primer tramo del recorrido es en un trencito. Después, se baja en un ascensor, totalmente cerrado, que causa algo de claustrofobia. Una vez abajo, se recorren los túneles
caminando. Todo está muy preparado para los turistas, uno se siente seguro.
No es como Potosí, que mete miedo. En el nivel 1 ¡hay una discoteca!, el Mina Club.
Frecuentemente había derrumbes que aplastaban a muchos.
Había socavones muy, muy profundos.
Con el tiempo, los métodos de extracción se fueron modernizando.
Esta es una virgen del siglo XVII, que protegía a los mineros.
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