domingo, 9 de febrero de 2014

San Cristóbal, la más linda

En Mérida me tomé un bus a Villahermosa. La idea era visitar el Parque Museo La Venta, para ver las cabezas olmecas. Lamentablemente, el museo estaba cerrado por reformas. Así que solo pude ver una cabeza, desde afuera.




La verdad es que la ciudad no hace honor a su nombre. Solo encontré un par de cuadras lindas.




El camino desde Mérida a Villahermosa es muy lindo. Va bordeando la costa y, por momentos, la ruta va por adentro del mar. Es decir, se ve el mar a ambos lados de la ruta.







Rápidamente abandoné Villahermosa en un bus a Tuxtla. Y ahí combinación a San Cristóbal.
Solo estuve un día, el tiempo necesario para contratar la ida a la selva.

Y, sí, no hay dudas: es la más linda.




Si a veces digo que las flores sonríen
Si a veces digo que las flores sonríen
y si dijera que los ríos cantan,
no es porque yo crea que hay sonrisas en las flores
y canciones en el correr de los ríos...
Es porque así hago sentir más a los hombres falsos
la existencia verdaderamente real de las flores y de los ríos.
Porque escribo para que ellos me lean me sacrifico a veces
a su estupidez de sentidos...
No concuerdo conmigo pero me absuelvo,
porque solo soy esa cosa seria, un intérprete de la Naturaleza,
porque hay hombres que no perciben su lenguaje,
porque ella no es ningún lenguaje.
O guardador de Rebanhos, Alberto Caeiro.








El recuerdo de usted es un humo liviano,
un humito azulado detrás de la ventana.
El recuerdo de usted -una tranquila casa.
Su casita -tranquila- con el cerrojo echado.
¿Qué cosa es ese humito? Y esa casita, ¿qué es?
El suelo -¡va volando debajo de mis pies!
Las puertas -¡ya sin quicio!- ¡El techo -allá arriba!
El humito azulado -¡la casita tranquila!
Marina Tsvietáieva














La presencia del amor
Y en las horas más ruidosas de la razón
todavía existe un incesante susurro: te amo;
único consuelo y soliloquio del corazón.

Tu moldeas mi esperanza, vestida en mi interior;
liderando toda mis palpitaciones, fluyendo en mi dolor.
Tu yaces en mis muchos pensamientos, como la luz,
como la dulce luz del crepúsculo,
o la visión anticipada del verano rompiendo en el arroyo,
nubes reflejadas en un lago.
Y mirando hacia el cielo que se arquea hacia ti,
muy a menudo bendigo al dios que me ha hecho amarte así.
Samuel Taylor Coleridge














Mi kiosko... Parada obligada.












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